sábado, 20 de enero de 2018

Por una pedagogía basada en el trabajo que hace el alumno en la escuela


"Si una mesa desordenada indica una mente desordenada, entonces, ¿qué indica una mesa vacía?" Albert Eintein


Las aulas deberían ser talleres, donde los alumnos trabajan y aprenden haciendo. 
La cultura de evaluar a base  exámenes, y de  poner deberes para casa, así como el autoritarismo, debería sustituirse por la cultura del trabajo en la escuela, la motivación por el logro  y el placer del trabajo laborioso en equipo. Tal como se hace en los talleres de formación profesional. 
Hay que cambiar el modelo del PRPFESOR-EXAMINADOR_EXAMINADO por el del MAESTRO-EDUCADOR-QUERIDO.

Aprender Matemáticas está relacionado con un trabajo laborioso y concentrado, que facilite la autocorrección. Un aprendizaje profundo de las matemáticas tiene como una de sus bases la perseverancia en la búsqueda tenaz de soluciones y de razonamientos correctos, así como el orden y el método. Por eso es tan importante el ambiente de trabajo.

Por otra parte, para aprender matemáticas nada se consigue si no hay un interés por aprender. Esta motivación imprescindible se consigue con la contenplación del trabajo personal bien hecho (como lo es un cuaderno de estudio bonito), con el hallazgo por uno mismo de una solución buscada, así como la valoración frecuente de los progresos hechos. Estas tres cosas hacen que estudiar e investigar sea un auténtico palcer. Por consiguiente, cuesta mucho enseñar  matemáticas cuando el contexto y el sistema de evaluación no favorecen el sossiego, la tranquilidad y el trabajo paciente.

En resumen, es fàcil aprender cuando hay una motivación intrínseca por el logro de un trabajo bien hecho y cuando los esfuerzos son valorados frecuentemente.

Por eso, a mi juicio, 1) no es bueno que los alumnos carezcan de un puesto de trabajo propio en la escuela. 2) No es bueno que todo el proceso de aprendizaje se fíe a los atajos de estudiar angustiado la noche antes de los exámenes y aprender a base de reglas, sin profundizar en ninguna idea. 3) No es bueno que el aprendizaje se sustente en el tarabjo que hacen los alumnos en casa con ayudas ajenas (-el que las tiene-).

Si cada una de estas tres cosas por separado no es buena, todas juntas son una mezcla muy poco razonable. Me atrevería a decir que tóxica.

Una posible alternativa para superar estos métodos de enseñanza asentados sólamente en la perpetuación de tradiciones, es que un aula se parezca a un taller. En un taller los alumnos aprenden por si mismos, haciendo tareas, con la supervisión del profesor y el apoyo de los compañeros que intervienen puntualmente para superar los bloqueos. Los alumnos se sienten motivados por sus logros. Un método de aprendizaje a base de tareas abre muchas posibilidades de un trabajo eficaz, variado, estimulante y creativo. El método de trabajo de un taller lo mismo ayuda a los alumnos con más dificultades que estimula a los alumnos más brillantes. Además, en un taller el profesor establece un diálogo constante con con sus alumnos. Un diálogo que, por otra parte, le estimula,  le motiva y le hace feliz.

Siento gran tristeza cuando entro en un aula de Secundaria cuyo único mobiliario son mesas y sillas completamente vacías. Ni armarios, ni estanterías, ni libros, ni materiales de estudio; ni siquiera una decoración acogedora. Está claro que en un lugar así ni se trabaja, ni se piensa, ni se convive de una manera positiva. Una sensación completamente distinta es la que tengo al entrar en un taller de Formación Profesional donde todo invita a trabajar y disfrutar aprendiendo. 
Me entristece ver a los alumnos a diario traer y llevar sus libros y cuadernos de su casa al colegio y  del colegio a su casa  en un "mete-saca" continuo del material escolar. Todo él embarullado, mezclado con el chandal, la merienda, el balón, y qué sé yo. Entre los materiales que se "traen y se llevan" hay libros destrozados (que no se pueden reutilizar), cuadernos arrugados (en los que no apetece escribir), un maremagnum de fotocopias y fichas desordenadas (que no hacen más que estorbar). Por el contrario, en una mochila no hay sitio para unos buenos instrumentos de dibujo, ni para unos diccionarios o libros de consulta, ni  para  un atlas, ni para libros de lectura,.... (ninguna de las cosas que hacen que estudiar sea una tarea agradable).

Con la costumbre de que los alumnos no dispongan de un puesto de trabajo personal, el rendimiento en clase se resiente. Para arreglar falta de rendimiento en clase se encargan los deberes para casa. Con el ir y venir de los cuadernos y los libros no hay gusto por el orden que se resista, ni método de aprendizaje basado en la laboriosidad y la perseverancia que tenga lugar. No es posible con este método que el alumno experimente el placer que produce un trabajo bien hecho. Mal asunto es cuando el trabajo en el aula es generalmente una pérdida de tiempo que se resume en:  el profesor habla,  los alumnos no le escuchan, el profesor se enfada, los alumnos  piensan: déjame en paz ¿cuándo es el examen?  Ya lo aprenderé en Youtube o lo aprobaré con trampas.


Y, si añadimos a esto que no todas las familias son un modelo de orden, y que no en todas las casas se dispone de un espacio para trabajar, resulta que la escuela trabaja a contramáquina de la educación igual para todos. Ya en 1967 podíamos leer en "Carta a una maestra" de los alumnos de la escuela de Barbiana:
"….El que en casa no tiene ninguna ayuda, no hace los deberes difí­ciles o los deja a la menor dificultad y no saca ningún provecho de ellos. Lo peor es que el que no hace los deberes corre el riesgo de suspender; los deberes así son instrumento para seleccionar”
También me da pena ver a los alumnos andando nerviosos de un lado para otro con un papel en la mano. Un papel  que intentan memorizar porque tienen un examen a la hora suiguiente. ¿Qué tipo de capacidad se evalúa con un examen que se resuelve estudiando un papel unos minutos antes? Lo que para mi resulta más terrible es que para una mayoría de profesores, alumnos y familias  no se ve como disparatada esta práctica de la pedagogía "redbull", según la cual se aprende quedándose sin dormir la noche antes de los exámenes. Yo no me puedo inmaginar a Ramón y Cajal corriendo angustiado con su microscopio de un lado para otro, ni me puedo imaginar a Ortega y Gasset escribiendo un artículo de la Revista de Occidente a la carrera. Lo sensato para un sistema educativo no es valorar lo que se mide; sino medir lo que se valora.


Otro aspecto que me preocupa es que para tapar unos disparates pedagógicos, se busca la solución en sumar otros disparates educativos aún mayores. La falta del ambiente de laboriosidad en el aula se tapa con exámenes cada vez más absurdos, deberes para casa, un autoritarismo desagradable y un afán de exclusión de los alumnos que no ofrecen el rendimiento deseado.
 
¿Tan difícil es que en las aulas el alumno disponga de un puesto de trabajo agradable y que su material de estudio lo tenga siempre a mano? ¿Tan difícil es que a los alumnos se les valore por el sus progresos en el trabajo que hacen en la escuela? ¿Tan difícil es que las aulas dispongan del material adecuado para que sean un espacio bonito y acogedor donde se estudia y se convive de una manera sana? En un taller se aprovecha el tiempo, el profesor, y los propios alumnos, puede atender a los más atrasados, puede trabajarse de maneras diversas, es fácill la integración en la escuela y la atención a la diversidad.

Anéctota de John Dewey
(El padre de la pedagogía activa del "aprender haciendo")

Se dice que un fabricante de muebles, en una ocasión en que John Dewey intentaba encargarle unos bancos para su escuela, le respondió: "Usted desea muebles para que los niños trabajen y yo los tengo solo para que los niños escuchen".






Escuela activa 1918. En el Colegio Público Cervantes, que dirigía Ángel Llorca, cada alumno tenía su puesto de trabajo. El aula se parecía a un taller.







Pupitre con cajonera. A finales delsiglo XIX y principios del siglo XX se desarrolló el movimiento higienista. Se diseña un mobiliario específico adecuado para el estudio y el trabajo escolar cuidando la higiene postural del niño. Cada alumno tiene a mano, en su cajonera, el material que necesita para el estudio.

Curiosamente en la "Guía del maestro" de los hermanos Maristas de 1853 se habla del gran avance pedagógico que supone el abaratamiento del papel, gracias a lo cual los alumnos pueden disponer de cuadernos en los que trabajar y desarrollar el estudio a base de hacer cuadernos en clase.





Estaremos todos de acuerdo en que la escuela tiene que ser un contexto enriquecido de valores cívicos, éticos y culturales. Debe propiciar los hábitos intelectuales, el gusto por el trabajo sistemático, propiciar la reflexión pausada y creativa, ... Todas las pedagogias bien fundadas, ponen el centro de atención en lo que hace el alumno interaccionado con el medio, el profesor y sus compañeros. En las motivaciones profundas del aprendizaje. Y no tanto en los contenidos y su evaluación.  En efecto, para la escuela científica, de Montessori, La nueva escuela de Freinet, La educación popular, La Dopoescuela de Milani etc., el centro de atención es lo que hace el alumno, y cómo lo hace.

Estas aulas me gustan 

Escuela de Barbiana



Colegio Cervantes


1 comentario:

eduaccion.orcasur@gmail.com dijo...

Con mayo ha llegado la apoteósis de la disparatada "cultura de los exámenes". Una práctica que en España no hay manera de sacársela a los profesores de la cabeza.
No hay modo de sustituirla por una cultura del taller, del "aprender haciendo".
Nada. Que no calan en la mente de los profesores ninguna idea más allá de poner exámenes. No calan ni Giner, ni Dewey, ni Freinet, ni Milani, ...

Es urgentísimo que los centros dejen de ser "examinadores" y pasen de una vez a ser "educadores". Hay que cambiar el paradigma del profesor-examinador-examinado por el de profesor-educador-querido. Y cambiar en los centros educactivos el objetivo de la selección por el de la integración de los alumnos.

Con la cultura de los exámenes, los centros educativos en vez de ser contextos enriquecidos cultural y cívicamente, que llevan la educación más allá de la escolaridad, son centros examinadores que empobrecen la cultura, favorecen la exclusión social y vuelven tóxicas las relaciones personales.

Mira que las leyes educativas españolas se han esforzado en cambiar la mentalidad examinadora de los profesores, ... pero nada,... no hay modo.

Primero fue la La Ley General de Educación del 70, introduciendo conceptos como el de evaluación continua, enseñanza personalizada, orientación, integración.
Luego fue la LOGSE del 90, hablando además de todo esto, del currícuculo compuesto por conceptos, procedimientos y actitudes y hablando de atención a la diversidad y currículums diversificados. Más tarde llegó la LOE de 2006, añadiendo aún más conceptos como el de convivencia, ciudadanía y equidad educativa. .....

Pero nada..... Todo lo que no entra en un examen de una hora sale por la ventana de la Educación.